Homenaje de sus hijos al cumplirse dos meses de su fallecimiento.
Pepita amó su vida y su profesión. Se formó en el Instituto Pedagógico, comenzó su labor de enseñanza en el Gimnasio Moderno, en el Colegio Helvetia fue profesora por más de 30 años y finalmente colaboró en la Escuela del Barrio Juan XXIII. En estas instituciones tuvieron la fortuna de tenerla, acompañando a crecer a muchos niños y jóvenes y de su mano encontrando la pregunta, manteniendo la sorpresa y fortaleciendo su confianza en la vida.
Maestra impecable, amiga amorosa, mujer con tesón y de admirable valor, son algunos de los adjetivos que hoy le han regalado alumnos, amigos y familiares al escribirnos para referirse a su partida. Compartimos algunos de los saludos recibidos.
Dice Philipe Lattion “Mi papá la molestaba mucho con la canción Pepita mi corazón, y no le gustaba para nada. Qué bellas épocas, se encontrarán en el mas allá, deseándole un buen y eterno viaje a lo desconocido. Las estrellas brillaran de todas sus centelleantes gamas de colores”
Silvia Murer recuerda : “Pepita fue una excelente profesora, estricta pero justa. Sus clases de historia y geografía eran geniales. Recuerdo que un día nos llevó hacia los laboratorios de física y química que quedaban en el segundo piso, donde había un balconcito perfecto para interpretar aquel momento histórico del florero de Llorente. Los compañeros más atrevidos actuaban en nombre del virreinato y a nosotros los demás mortales nos tocaba de criollos, armados de nuestras reglas de madera y haciendo bulla como si fuera la revuelta original.
Y ¿cómo olvidar ese cuaderno de geografía con las espigas de cebada o las hojas de tabaco pegadas según íbamos pasando de región en región de este enorme país nuestro que ella tanto amó? Pero, francamente, ¿cómo motivarnos en castellano? No recuerdo más que sufrimientos, reglas de gramática y ortografía sin sentido y poesías larguísimas para grabarse de memoria, ¡qué horror! Al menos la compensación eran los ensayos de bailes típicos que organizaba con el profesor Castillo, y luego la representación durante la sesión final de cada año con los trajes elegantes o típicos y toda la decoración necesaria.
Gracias a que mi mamá y mi tía Beatriz (profesora de biología en el Nueva Granada) eran amigas de Pepita, tuve la suerte de conocerla en su vida privada también, especialmente cuando pasó unas vacaciones en nuestra casa de Coveñas. Durante años practicó el yoga que enseñaba Rena Jeanneret (la tía de la linda Nicole) y por eso hasta bien entrada en años se conservó divinamente. Además, era muy fácil y alegre durante los viajes, en los cuales aprendía uno cantidades gracias a sus observaciones. Uno de esos fue en 1982 por Europa con mis hermanas y mi mamá, por tren, barco y hovercraft para atravesar el canal de la Mancha, donde le dio un mareo atroz pues aún no existía el túnel. Finalmente, Pepita no sólo devoraba libros sino que tenía una memoria excelente, así que era un placer recibir sus recomendaciones para comprar los más interesantes y mejor escritos.
¡Qué suerte haberla conocido!
PS: Añadí los signos que abren la interrogación y la exclamación únicamente en honor a Pepita ¿Alguien los usa todavía?”
Julián Serna escribe : “ Me acuerdo del mapa de Cundinamarca con las tres cordilleras de plastilina y el mapa del Distrito Especial con los pueblos vecinos de Bogotá: Suba, Usaquén, Engativá, Fontibón, Bosa y Usme. En ese orden claro! Y tocaba indicar con el brazo hacia dónde quedaban.”
De Felipe Muñoz: “Muy querida. Amable. Con rigor pero con una gran dulzura nos llevó de la mano. Entre gallos y media noche recuerdo las regiones cundinamarquesas que debimos aprender entonces. Tal vez, porque Germán era otro más, parecía y actuaba como una gran mamá. Solo gratitud e infinito aprecio.”
Ana Cristina Guzmán trae a la memoria “ los dictados, tildes bien ubicadas, puntuación, el inmenso cuaderno de mapas donde dibujamos el croquis de Colombia con sus accidentes geográficos y sobre todo sus ojos vigilantes a la hora del almuerzo y el recreo. Todavía sabemos escribir bien, con buena ortografía y usando un sin número de reglas gramaticales que están grabadas en nuestra memoria”.
Juan Pablo Parra anota que “ nos es posible recordar con mucho amor a la mujer dulce y maravillosa que nos enseñó a leer y a escribir y que me mostro el camino fantástico de las letras.”
Hermana y familiar generosa que, con pequeños detalles fue poblando su vida para encontrar en ella la alegría a través de las muestras y los recuerdos de su amor por Carlos Gómez su marido, por sus hijos y sus nueras, por cada uno de sus nietos y bisnietos, sobrinos y hermanos. Para todos ellos fue sostén en los momentos difíciles y compañía deliciosa de intrépidas o sencillas aventuras.
¡Gracias a nuestra Pepita por haber estado con nosotros en esta vida. Con tu sonrisa conmovida seguirás acompañando a todos los que contigo nos encontramos!
El Negro y Pepe.