Texto Luis Gabriel Jaramillo

Margarita Carosio camina sobre las aguas
Colegio HELVETIA – Promoción 1969
50 años

A Jorge Holguín Uribe

Desde hace algunos meses el profesor Rebaud es el rector del colegio. Ejerce una autoridad fundada en el respeto y en la delicadeza del trato a los alumnos. El año pasado nos dictó, por accidente, una excelente hora de lingüística. Nunca pronuncia una palabra de más. El nudo de su corbata es llamativamente pequeño. Contrajo matrimonio con la profesora Graciela, muy amiga de la profesora Bertha, quien da clase de religión a las niñas. La señorita Pereira nos da clase de religión a nosotros; es estricta y amable al mismo tiempo; le tomó la mano a Lewin mientras veíamos una película; nos hace aprender de memoria las preguntas y las respuestas del Catecismo Astete. ¿Somos cristianos? Sí; somos cristianos por la gracia de Dios. ¿De quién recibimos el nombre de cristianos? El nombre de cristianos lo recibimos de Cristo, nuestro Señor. ¿Qué quiere decir cristiano? Cristiano quiere decir Hombre de Cristo. ¿Cuál es la señal del cristiano? La señal del cristiano es la santa Cruz. La señorita Pereira pregunta si alguno de nosotros se sabe el Padre Nuestro en latín. Levanto la mano, y como un loro pronuncio la retahíla que cada viernes le escucho al padre Bissig durante la misa. La señorita Pereira afirma que mi Pater Noster no es Latín sino jeringonza. Enseguida, nos pone a memorizar el Credo. Creo en Dios Padre, Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Creo en Jesucristo, su único hijo, nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de santa María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado. En este instante, Durán levanta la tapa de su pupitre en cuya cara interior ha colocado imágenes de la revista Playboy. Las mujeres de las fotografías atrapan nuestra atención. Por fortuna, la señorita Pereira no descubre el motivo del desbordado relajo. Después de meritoria lucha, la profesora logra recuperar el orden y continúa con la oración. Descendió a los infiernos; al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la derecha del Padre… El año que viene extrañaremos a Durán; proseguirá sus estudios en la Academia Militar San Jorge.

Los primeros viernes de cada mes es obligatorio venir de uniforme. Traje de paño gris, camisa blanca, corbata vino tinto. Las niñas, bléiser rojo, camisa blanca, falda plisada gris, medias blancas. Algunas niñas visten falda lisa y corta. Sus rodillas, sus muslos, sus bronceadas piernas, encienden mi plexo lumbo-sacro. Cerca de la gran campana de bronce que Anastasio tañe cada hora, niñas y niños hacemos fila en el amplio corredor antes de entrar a la capilla. En uno de los jardines del entorno, Margarita Carosio camina sobre las aguas en dirección a nosotros. La profesora Bertha entona una canción que coreamos todos : Nos hallamos aquí en esta tierra / esta tierra que el Señor nos dio / mas la meta no está en esta tierra / es un cielo que está más allá… Después de la misa, quienes recibimos la hostia desayunamos en el comedor. Chocolate en agua, pan blandito, queso amarillo. Algunos viernes, en lugar de asistir a la misa, seis o siete escapamos por la ventana del salón y volamos hasta el club Los Lagartos; Holguín, Valenzuela y Samper, cuyos papás son socios del club, invitan a desayunar en el comedor de ventanales inmensos. Después del desayuno exquisito, entre los lagos y las gramas de la cancha de golf emprendemos el regreso al colegio; apuramos el paso para llegar sin falta a la clase de 9. La sonriente y esbelta Misis Valencia precede nuestra entrada al salón; deja a su paso fragancias Cocó Chanel; toma asiento y enseña bajo la mesa profesoral sus seductoras piernas cruzadas, cuyos pausados cambios de posición dificultan nuestra concentración en el diálogo entre Mr. Dixon y la recepcionista de un hotel de New York. Carlos Gómez Brown –alias el gringo– es el discípulo estrella de la misis; es, además de callado y buen compañero, testigo de Jehová. Nos cuenta que el mundo se va a acabar en el año 2000. Los demás somos, o, se supone que somos, católicos, apostólicos y romanos; y como tales, no sabemos cuándo se va a acabar el mundo. Al final de la clase una banda de tres o cuatro, conformada por los más musculados y menos disciplinados del grupo –meses más tarde serían expulsados del colegio por bajo rendimiento académico– toman por la fuerza al más sensitivo y frágil de todos nosotros, y lo suben al cielorraso que sirve de fumadero. Se proponen, según anuncian a voz en cuello, desvestirlo allí dizque para constatar su sexo. Lo que sin duda constató el oprobio, fueron la mezquindad, la bestialidad y la cobardía de los captores. Con dolor en el alma, me alejo del salón durante el recreo y me dirijo a un bosque en donde Margarita Carioso camina sobre las aguas.

El padre Bissig es grande, rubicundo, sonriente. En ocasiones reemplaza a la señorita Pereira en la clase de Religión. Su sotana y su robustez aparecen de súbito en el salón. Con tiza blanca escribe en el tablero una ele inmensa, y pregunta : ¿qué palabra importante para un cristiano termina en ele? Nadie contesta. Hace de nuevo la pregunta, ahora a mayor volumen. Nadie contesta. Por tercera vez hace la pregunta. Levanto la mano y digo : TRASCENDENTAL. No; es una palabra de cinco letras, replica Bissig. Al cabo de largos minutos de silencio, el cura golpea con el puño el pupitre de Calderón, alias Coco, y exclama : ¡ IDEAL ! Enseguida, demorando la lengua en la letra ele, pregunta : ¿ Acaso es posible vivir sin un IDEAL? La vieja campana que tañe Anastasio anuncia el fin de la clase.

La señora Alcira, profesora de Biología, entra al salón, se acomoda con parsimonia en el escritorio y después de darnos un lúgubre Buenos días, saca de su cartera un estuche para el cuidado de las uñas. Después de contarnos que existen tres mundos –el animal, el vegetal y el mineral– se reacomoda sus gafas oscuras, acentúa su expresión de tristeza y comienza a limarse las uñas, minuciosa tarea en la que invierte el resto de la hora de clase. Su opción pedagógica por el laissez faire laissez passer, anima a Jimeno a lanzar, con tino infalible, un fragmento de tiza que da en el rostro de un condiscípulo ubicado al otro lado del salón. Luego, el artillero humedece la toalla del lavamanos y con su diestra la lanza, cual misil supersónico, en dirección del rostro de otro compañero que está concentrado en la lectura de un comic. Es el inicio de un emocionante juego bélico en el que participamos todos, excepto la dama que arregla sus uñas, Toro –el más pacífico y pacifista del grupo– y Lewin, el mejor estudiante, quien prefiere poner al día su Cahier Journalier. La señora Alcira sería reemplazada, tiempo después, por la profesora Viera, quien, además de dictar Biología en los niveles básicos, prepara, en los recién inaugurados laboratorios, a los alumnos que estudiarán Medicina, guiándolos en experimentos que consisten, por ejemplo, en abrir el tórax de un indefenso conejo, previamente muerto a punta de golpes en la cabeza. En nuestra condición de matasanos en ciernes, Toro y yo participamos de los tales experimentos. Con todo, tengo la convicción de que mi excepcional compañero y futuro colega –amante irrestricto de la música clásica, por más señas– practicará una medicina fundada en la compasión, el espíritu y la belleza.

Los susodichos juegos de artillería, y otros como el pugilato y la lucha libre –igualmente atractivos para muchachos en la flor del vigor y de la contienda– no son, ni mucho menos, patrimonio exclusivo de las clases de la señora Alcira. Las clases de Cívica y Cooperativismo, que dicta el profesor Riveros –comúnmente llamado Riveritos– son, a todas luces, el ámbito preferido por los amigos del alboroto, para minar el curso apacible de la academia. Durante las horas de clase dedicadas a esas materias, la artillería de la tiza y de la toalla se ve enriquecida por la moderna práctica del bodoque en sus distintas modalidades, y complementada por la aviación y cohetería de papel o de cartulina, que en todas direcciones cruzan los aires que circundan la figura del aturdido maestro, a quien, para restablecer el orden, no queda más que esperar a que la campana que tañe Anastasio anuncie –¡por fin!– el término de la clase. Un matiz inteligente y artístico de nuestro flagrante desinterés por la Cívica y el Cooperativismo, lo aportan las geniales caricaturas que Perdomo pone a circular en medio de la barahúnda, que Riveritos llama modestamente la guachafita; sus contundentes trazos en el papel constituyen un potente arsenal en favor de la superación de ciertas falencias, humanas y pedagógicas, de algunos de nuestros profesores y profesoras; y en favor, así mismo, de un concepto de autoridad y de disciplina distinto del aplicado usualmente por la academia. Ante la duda acerca de la plena eficacia de las caricaturas de Perdomo para cambiar las cosas, fue convocado –con la tácita aceptación de la mayoría– un concurso de puñetazos que ganará quien logre, de un solo golpe, atravesar la maciza puerta del salón de clase. Las apuestas favorecen, por amplio margen, a Jimeno, Déjugnac y Palmera, con ligera ventaja para Jimeno, quien no sólo descuella en las artes de la puntería y el músculo, incluidos el básquet, el béisbol, el fútbol y el volibol; sobresale, también, en el exigente arte de la seducción. Con sus constelados y sonrientes ojos azules, se lo ve llegar a las fiestas acompañado siempre de una chica excepcionalmente bonita; más bonita, sin duda, que la de la fiesta anterior. En las veladas de chimenea y guitarra le encanta interpretar –y a su invitada de turno, escuchar con suma atención– la tonada que cuenta que Pecos Bill fue, desde niño, un vaquero muy valiente; que a los siete años, un búfalo mató; y que como eso lo entretuvo lo tomó por pasatiempo, y sin búfalos a Texas la dejó… En fin. Gane quien gane el concurso de puñetazos, tengo claro que a través del astillado hueco en la puerta, no me será dado ver en la lejanía a Margarita Carosio caminando sobre las aguas.

También hay indisciplina, lindante con el caos, en las clases de Francés que nos dicta Pierre Maurice, el suizo que, maletín en mano, camina como dando tumbos hacia adelante. Nuestra indolencia lo hace continuo objeto de burla, y soslaya su bondadoso carácter y su gran talento de pianista, que nos permitió gozar una mañana en el comedor, con asistencia de todo el colegio, su memorable interpretación de buena parte de las danzas húngaras de Johannes Brahms. La permanencia de Maurice como profesor de Francés fue efímera. No así, la de Pierre Fiva, suizo de gran estatura y prominente mandíbula, quien, dándonos golpes en la cabeza con una regla gigante, corregía nuestros errores mínimos de caligrafía; la de Georges De Gunten, cuya pinta de intelectual de chaleco y pipa lo hace ver más benevolente y sabio de lo que es; la de mademoiselle Michelle Guigoz, quien, con todo y su juicio y fidelidad a sus deberes como maestra, viviría –días después de que recibimos el diploma de bachilleres– un furtivo y dulce romance con un querido cofrade nuestro. Monsieur Gaby Werren, nuestro último profesor de Langue et Civilization Francaise, habría de invitarnos la noche de un viernes a su apartamento en La Soledad, para celebrar, con abundancia de viandas y de licores –y entre serpientes y papagayos que había sustraído a la selva del Amazonas– nuestra culminación del bachillerato.

Un personaje muy importante para el colegio y para nosotros es el profesor Raphy Lattion; a pesar de su innato mamagallismo, que a veces se sale de cauce y ofende la dignidad misma de los alumnos, sabe poner a nuestro servicio lo más refinado y grato de su condición de músico, historiador y filólogo. Para quienes tenemos la suerte de hacer parte del coro, son una verdadera delicia los ensayos y las presentaciones que él acompaña al piano y que dirige con pasión y alegría. Son memorables, también, sus clases de historia, de Latín y sus coloquios casuales sobre la cábala.

Después de un recreo lluvioso, Tobón entra al aula de clase. Según sus indicaciones, leeremos hoy en voz alta, turnándonos, unas cuantas páginas del Quijote. Comienza Posada : La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres. Continúa Cepeda : Digo esto, Sancho, porque bien has visto el regalo, la abundancia que en este castillo que dejamos hemos tenido; pues en mitad de aquellos banquetes sazonados y de aquellas bebidas de nieve, me parecía a mí que estaba metido entre las estrecheces del hambre, porque no lo gozaba con la libertad que lo gozara si fueran míos; que las obligaciones de las recompensas por los beneficios y mercedes recibidas, son ataduras que no dejan campear al ánimo libre. Valenzuela da fin a la lectura, con la siguiente exclamación del Caballero de la Triste Figura : ¡ Venturoso aquel a quien el cielo dio un pedazo de pan sin que le quede obligación de agradecerlo a otro que al mismo cielo! Después de deleitarnos con el Quijote, Tobón nos dicta un texto según el cual, para el filósofo Kant, el tiempo es subjetivo. La autoridad que ejerce Tobón es amable y cercana. La lógica y la gramática que nos enseña contribuyen a que nuestro pensamiento discurra por cauces ordenados y claros, y se detenga –si nuestra voluntad lo decide– para dar paso a nuestra extasiada contemplación de realidades que habitan a la vera del tiempo. A la sombra de nogales y cedros, Margarita Carosio camina sobre las aguas. Villa, quien hace poco llegó de Suiza en donde cursó sus primeros años de colegio, no trajo la redacción que nos encargó Tobón sobre tema libre; me cuenta que no se le ocurrió qué escribir. Según convengo con él, escribo a toda velocidad la historia de un supuesto concierto de los Rolling Stones en la Plaza de Bolívar. A escondidas de Tobón le paso el escrito a Villa, quien lo transcribe enseguida y se lo entrega al profesor cuando termina la clase. Mi próxima redacción sobre tema libre, la haré sobre la finca que los papás de Villa tienen en la población de Villeta; con alguna frecuencia, invitados por él, cinco o seis compañeros vamos a disfrutarla durante el fin de semana. Pasamos felices allá. Después de montar en bicicleta por las calles en subida y en bajada del pueblo, nos tomamos una cerveza helada en un fresco balcón que da al parque sombreado por una ceiba gigante. Al fin del día, entre los árboles de la finca, al son del canto de las chicharras conversamos hasta la media noche; dormimos en carpa, ya que la casa –de zinc– es bastante caliente. A Venegas –amigo incondicional con quien meses atrás fui, en viaje maravilloso, a Potosí, Huila, en donde su papá construyó una impecable obra de ingeniería– también le resulta difícil encontrar un tema libre para escribir las redacciones que Tobón nos encarga. Sin embargo, Venegas –con quien me liga, además, la historia gratificante de la amistad entre su mamá y la mía desde cuando eran compañeras en el colegio– tiene, al igual que Villa, un extraordinario talento para las matemáticas. También lo tienen Iriarte, Perdomo, Lewin, y, sobre todo, Trujillo –alias Truchas– quien, por otra parte, es indulgente, noble y agudo, como el que más; a veces me presta sus guayos profesionales; con ellos puestos, hice a Max Hofer el gol que más alegría me ha deparado en mi controvertida historia de émulo de Garrincha, el mejor regateador de todos los tiempos. Por si fuera poco, Trujillo es dueño de una singular moto-cebra; su pericia como piloto y los 100 C. C. de potencia del motor de la nave me llevaron, un domingo de sol, al valle bucólico de Ubaté, donde el día y la noche se reconcilian en el oro de los crepúsculos. ¡Cuán deliciosa y leve la vida de mis condiscípulos con talento para las matemáticas! No deben cargar, como mi entrañable Valenzuela –alias Farolo– y yo, la irredimible cruz de las rajadas en Trigonometría, cuyas pruebas contra-reloj nos torturan a diario. En sueños que son auténticas pesadillas, el calvo y siempre bien trajeado profesor Pinilla ríe a mandíbula batiente mientras su gélida guillotina cae sobre la nuca de Valenzuela y sobre la mía. Los designios del cielo, en complicidad con la proverbial calidad humana de Valenzuela, en su momento harían posible que el castillo de los ancestros maternos de él, en Buga, fuera la sede de nuestra excursión de fin del bachillerato. Y los poderes mágicos del castillo, con la licencia del Señor de los Milagros de esa ciudad, a su vez harían posible que una mañana azul conociéramos, en los antejardines de nuestro albergue, a las Martínez, hermosas primas bugueñas de nuestro compañero Samper. A bordo de una flota cuya marcha veloz dejaba –a lado y lado– cañaduzales interminables, una noche de lluvia llegamos a la conmovedora, lúgubre y bella Semana Santa de Popayán.

Con cierta frecuencia, después del almuerzo, Tobón juega fútbol con nosotros. Antes de entrar a la cancha se cambia sus zapatos de cuero por tenis azules, mete las botas de su pantalón entre las medias y hace gambetas y pases de crack. De cuando en cuando, seca el sudor de la frente con su pañuelo. No en vano, Tobón hizo parte del equipo de fútbol de la Universidad de Antioquia, que una vez empató 1 a 1 con el Deportivo Independiente Medellín, bien llamado El Poderoso de la Montaña, que mi vecino de pupitre y de barrio, Cepeda, admira en secreto frente al televisor de su alcoba, mientras acaricia un león santafereño de felpa. Al lado del inocuo felino, tres perros boxer de pedigrí menean sus amputados rabos, pues ya olfatean que cinco amigotes de su amo —Calderón, Valenzuela, Perdomo, Jimeno, Jaramillo— nos encontramos cerca a la residencia, en respuesta a la invitación que Susana, la amorosa ama de casa, nos hizo días atrás para que cantemos el Happy birthday a su hijo, y nos sentemos luego a manteles a degustar la proverbial cazuela de mariscos que ella prepara.

Por suerte, este año no nos tocó Torregrosa como director de grupo. Me parece un señor irascible y autoritario. Nos llama Lagartos, calificativo que me causa terror. Antes de iniciar la clase de Álgebra o Geometría, advierte: ¡Camarón que se duerme, se lo lleva la corriente…! Mientras que, con un compás de pita traza un círculo en el tablero y multiplica la longitud del radio al cuadrado, por el número Pi, una dulce e irresistible corriente me lleva, cual mágica alfombra, a un luminoso paraje en donde Margarita Carosio camina sobre las aguas. Gracias a la mamá de Valenzuela, Cilia, quien me invitó a compartir con su hijo unas clases particulares dictadas por el profesor López, comprendí el teorema de Pitágoras que jamás entendí a Torregrosa; incluso, aprendí a demostrarlo de tres maneras distintas. Mi compañero Perdomo, cálido y generoso por naturaleza, contribuyó también a que el suscrito no naufragara en los tempestuosos mares del álgebra y la geometría; siempre atendió mi solicitud de explicarme –en la luminosa y cordial atmósfera de su casa– los galimatías de Torregrosa, definitivamente vedados para mi entendimiento. Lo propio hizo Iriarte en lo referente a la química y a la trigonometría, en su señorial casa de Los Nogales, bajo cuya ventana principal dimos serenata, más de una vez, a Alicia, su mamá, los alegres juglares del grupo, que, liderados por su hijo, hacíamos rondas nocturnas los sábados, para obsequiar con nuestra joven —y frecuentemente desafinada voz— a las niñas de nuestros ojos y a nuestras madres. Pero volvamos al profesor López. Durante las clases particulares, nos trata con deferencia y respeto; es ecuánime y afectuoso. Dicta Física en el colegio. En esa materia nos va bien a todos. La atmósfera del laboratorio de Física es grata. No experimento allí el pánico que me invade durante las clases de Pinilla y de Torregrosa. Tampoco, la desazón que me sobrecoge en las clases de Química, del profesor Bejarano, que Iriarte, en cambio, goza sobremanera; las fórmulas colmadas de Helio, de Iridio, de Aluminio, de Manganeso, hacen feliz al ingeniero químico en ciernes, quien también goza a fondo, al igual que Trujillo, los chistes de Bejarano. ¿Por qué se atraen entre sí el Oxígeno y el Hidrógeno?, ¿qué los anima a formar el agua?, me atrevo a preguntar al alto y huesudo maestro. Cosas de la vida, señor Jaramillo, contesta. Todos mis compañeros, excepto mi fraternal Valenzuela, sueltan la carcajada. El aroma a jardín que exhala un tubo de ensayo me conduce, por ignotos senderos de dalias y siemprevivas, al bosque en donde Margarita Carosio camina sobre las aguas. Hoy es el día de las cometas. Un majestuoso dirigible de celofán rojo que Torregrosa construyó durante semanas de insomnio, se va a pique y se hace pedazos segundos después de alzar el vuelo sobre la cancha grande de fútbol.

Nuestro director de grupo, Erwin Reich, ha hecho de nosotros una suerte de hijos adoptivos. Su compromiso pedagógico y afectivo con sus alumnos es absoluto. Abandonó Hungría, su país natal, a causa de las atrocidades de la Segunda Guerra Mundial, en la que fueron víctimas sus más cercanos seres queridos. Desde hace varios meses escribe un diario que nos comparte con emoción y con gusto; relata en él las vicisitudes académicas y humanas de su grupo de alumnos y de él mismo. Su rol de padre y amigo, casi siempre afectuoso –y a veces autoritario– ha dejado huella indeleble en nosotros. Su apasionada entrega nos hermanó para siempre, más allá de nuestras diferencias de personalidad o de pensamiento. De modo tácito o manifiesto, promovió en nosotros el amor a la patria, entendido como amor al terruño natal y sus gentes; a las tradiciones, valores y afectos en él compartidos; a las realidades sociales que está en nuestras manos cambiar. Más allá de sus aciertos y sus errores, guardamos hacia Reich una gratitud muy profunda, que nos ha permitido hacer nuestro –a la par con sus alegrías y satisfacciones– su inefable dolor cuando, durante la excursión a la paradisíaca finca del abuelo materno de Iriarte, en Santandercito, nos abstuvimos de madrugar, por física inercia y pereza, para emprender con él una caminata que nos habría posibilitado gozar la inaudita belleza de nuestras montañas y cordilleras, las lejanas cumbres de sus nevados, la insólita variedad de nuestras frutas y nuestros pájaros. Quiera Dios que el dolor insondable que le causó nuestra negativa, le haya permitido una vida fecunda, y, cuando menos, tranquila, en Santo Domingo, República Dominicana, a donde se fue a retomar su condición de maestro y a atenuar, de tal modo, la pena por lo que su sensible condición de expatriado experimentó como desamor nuestro a Colombia. La lección de Reich en Santandercito motiva en nosotros reflexiones profundas. Las motivan, también, sus apasionadas clases de Geografía e Historia, que despertaron y enriquecieron nuestro espíritu con otras topografías, otras cosmovisiones, otras deidades, otras arquitecturas. No es de extrañar que nuestro compañero Samper, nacido en la exquisita capital de Francia y primogénito del hogar de un arquitecto excepcional y de una culta activista social, haya gozado, como ninguno otro, esas magistrales sesiones; a todos nos ha sido dado gustar la genuina belleza, el generoso refinamiento, la cálida y sobria arquitectura de la casa de ese querido condiscípulo nuestro, gracias a los encuentros semanales que su mamá, Yolanda, convoca allí, durante los cuales los jóvenes asistentes tenemos ocasión de dialogar –con seriedad y ánimo reflexivo– en torno de temas sociales, históricos, filosóficos o políticos.

Claudio Engel, Julián Escobar, Santiago Betancur, Eduardo Suárez, Patrick Burglin, Alonso Restrepo, Hernán Téllez, Diego Naranjo, Alberto Duarte, Olivari, Julio Pineda, Ricardo Palmera, Carlos Rueda, Ignacio Gómez, Francis Déjugnac, Manrique, Saíz, nunca volvieron al colegio. Yo hubiera querido escuchar, de boca de ellos, el porqué de su partida, y compartirles mi ilusión de que, en lo que atañe a nuestra historia común, distancia y silencio no signifiquen lo mismo que olvido.

El valor decisivo que, en cumplimiento de normas del estado, concede el Helvetia a ciertas materias para las cuales algunos no estamos dotados, o no nos atraen, o son dictadas de tal manera que nos resultan odiosas, ha llevado en varias ocasiones a separar del grupo a irremplazables amigos. El sesgo académico en favor de ciertos talentos y vocaciones, y en contra de otras formas de aproximarse a la vida y al mundo, dio cuenta de compañeros que extrañamos ahora y extrañaremos siempre. A Hosie, Calderón, Gaviria, Oscar Holguín, Samudio, Ardila, Galvis, París, no les fue dado avanzar al grado siguiente, con el resto del grupo. Por fortuna, ello hizo posible encuentros fecundos como el de Hosie con el profesor y pintor Serge Monbaron; la sensibilidad y el talento exquisitos de ese entrañable condiscípulo nuestro –inhábil, como tantos otros (incluido el suscrito) para las lógicas de la razón hegemónica– felizmente encontraron su espacio en el ámbito selecto del arte. Por fortuna, también, la ley académica que reacomoda según su inflexible criterio la composición de los grupos, permitió que De Gamboa, con la cordialidad y transparencia de su carácter, y Bernal, con la originalidad de su genio y la bondad de su afecto, engrosaran las filas de nuestro grupo. No hace mucho, después de una deliciosa velada con Bernal en su casa, encontré en la biblioteca de su cuarto El arte de amar, de Ovidio; se lo pedí en préstamo y lo leí en la soledad de mi alcoba, como quien tiene ante sí el manual de instrucciones para encender la lámpara del milagro. Mi lectura, ingenua y voraz al mismo tiempo, me animó a cortejar sin demora a una bella vecina que a diario cuida las flores del antejardín de su casa. Me aseguré de que cada paso de la conquista cumpliera, al pie de la letra, los consejos de Ovidio, verdaderos oráculos para mi corazón de novicio. Muy pronto, el pretendido cortejo se convirtió en melodrama, y, a la postre, en dolorosísima tusa, por cuenta de la necedad de los consejos del libro. Era ya demasiado tarde, cuando leí y comprendí que El Arte de Amar había sido escrito, desde el título mismo, con perfecta ironía, y con el mero propósito de contravenir y burlarse de los preceptos morales de Roma. A tal punto fue así, que la obra motivó el destierro de Ovidio por parte de Augusto. Por suerte, Bernal me acogió en su casa, siempre que demandé su afecto para sanar la herida infligida por mi cándida lectura de El arte de amar, y cada vez que quise indagar en su biblioteca en pos de otro libro que rasgara los velos de mi ingenuidad. Nunca culpé a Ovidio de mi temprana desdicha. Desde luego, jamás lo culparé de mis eventuales desdichas futuras por cuenta del dios del Amor. Al cabo del día, me siento a la orilla del bosque en donde Margarita Carosio camina sobre las aguas.

Mi crítica a la pedagogía que privilegia a la academia por sobre otros modos de acercarse al universo infinito, reconoce, en todo caso, el valor intelectual, moral, afectivo, de compañeros y estudiantes sobresalientes que, como Lewin, han sido y son referente de rectitud, sinceridad, lealtad, a todo lo largo y profundo de nuestra historia fraterna. Su brillo personal ennoblece, acrecienta, embellece, la trayectoria escolar y vital de todos y cada uno de los demás integrantes y ex integrantes del grupo. Con Lewin he vivido experiencias disímiles. Recuerdo, entre otras, un atardecer boyacense –acompañado de mogollas con chocolate– en el refectorio del monasterio del Santo Ecce Homo, cerca a Villa de Leyva. Una madrugada guajira al calor del Ron Caña en Dibulla, frente al mar Caribe. Unas vacaciones pintando, con brocha gorda, la casa chapineruna de mi tío Ramón. No olvido, tampoco, un paseo de domingo en un prado fértil –aledaño a la carretera Central del Norte– en compañía de dos niñas bellas, sensibles e inteligentes. Confío en que el destino me seguirá deparando deliciosas aventuras con Lewin —a pie, en flota o en su impecable Simca morado…

El fin del bachillerato está cerca; ocho o diez compañeros –de los dieciséis que integramos el grupo– secundamos a Posada en la pretensión de violar la puerta del laboratorio de Física; es la hora en que el profesor López ha cumplido ya con las labores del día y se ha ido para su casa. El objetivo es encontrar allí las preguntas del inminente examen final. Al cabo de tantos años bajo el yugo de las tareas abrumadoras, de los exámenes draconianos, de las calificaciones sin atenuantes, nos dominan unos deseos brutales de olfatear, siquiera, la libertad, supremo bien que nuestro atrevimiento de adolescentes cree que alcanzaremos, lanzándonos –simplemente– al mar de lo prohibido. Mientras Posada se apresta, con su proverbial flema, a introducir la ganzúa en la cerradura y a girarla en uno y otro sentido, se abre, lentamente, la puerta. Robusta y calva, en el umbral aparece la figura del profesor López, quien, con flema afín a la de Posada, se limita a expresar su asombro abriendo los ojos hasta las órbitas. De inmediato, el respetable físico cierra de nuevo, con seguro, la puerta. Los aprendices de malandros abandonamos el lugar de los hechos, sin más botín que el rabo entre nuestras piernas. Más allá de los corredores bordeados de flores, Margarita Carosio camina sobre las aguas.

En razón de la línea que divide al colegio en área de mujeres y área de hombres, desconozco la contraparte femenina de vivencias como las que vengo de referir. Yo sería feliz de conocerla un día. Estoy seguro de que mis compañeros también. Conozco bien, eso sí, los nombres y las figuras de las niñas —muchachas ya— cuya distante y sonriente presencia nos resulta, siempre, reconfortante y bella. Cilín. Clara Isabel. Constanza. Consuelo. Dorotea. Edith. Gaby. María del Carmen. Motas. Norah. Pato. Tere. Virginia. También, Marcela, aunque su nombre no aparezca en el listado oficial; su sensibilidad y su risa nos permiten sentirla nuestra; así mismo, su fraternidad con Holguín, nuestro bailarín avizor, que con luces fosforescentes abre caminos en lo invisible.

Evoco, para finalizar, el piadoso himno que solemos cantar frente a la bandera que conforman un fondo rojo y una cruz blanca. En mi sentir, ese cántico de alabanza a los Alpes y al sol de Suiza, es también cántico de alabanza a los Andes y al sol de nuestra Colombia espléndida, y a los Cárpatos y montes de Transilvania que bordean la gran llanura de Hungría, y al sol que la ilumina y bendice. Es cántico de alabanza, en fin, al milagro que constituyen todos y cada uno de los parajes de nuestro planeta frágil, única patria de la mujer y el hombre.

Luis Gabriel Jaramillo Flórez

Chía, junio de 2019

Nota: Margarita Carosio, que inspiró al autor, era alumna del colegio, graduada en 1967.

Descripción foto bachilleres 1969,
En fila de arriba aparecen:
Andrés Iriarte, Carlos Toro, Rafael Villa, Carlos Perdomo, Carlos Gómez, Alfredo Lewin, Pedro, Cepeda, Jorge Holguín, Fernando Venegas, Julio Jimeno, Claudio Bernal, Edgar Valenzuela.
En fila de abajo aparecen:
María Isabel Rodríguez, Pablo Trujillo, Claudia Botero (Motas)   Eduardo Samper, Cilia Inés Mejía (Cilín), Edith Andrade, María Victoria Cuervo (Pato),  Emilio Posada, María del Carmen, Dorotea, Schrumpff, Gaby Wiss, Consuelo Plazas, Constanza Morales, Luis Gabriel Jaramillo, Virginia Estrada. Falta Nora Espinosa.

Bienvenida a la promoción 2019 a ASOHELVETIA

El 20 de junio se llevó a cabo la graduación de bachilleres del colegio. AsoHelvetia participó en la ceremonia para dar la bienvenida (hipervínculo a  discurso de bienvenida Patricia Villamarín) a los graduandos como miembros de la asociación y entregó el carné que los identifica como tales. En esta celebración debutó el Coro de Exalumnos, que se conformó este año con motivo de la celebración de los 70 años del colegio. (Adjuntamos fotos por We Transfer)

Discurso graduación junio 2019

PALABRAS DE ASOHELVETIA
PARA LOS BACHILLERES DE LA PROMOCIÓN 2019

Buenas noches a toda la comunidad Helvética, directivos, profesores, padres de familia, alumnos, exalumnos y especialmente a ustedes, bachilleres promoción 2019.

Es muy emocionante para mí venir en representación de la Asociación de exalumnos del colegio, ASOHELVETIA, y compartir con ustedes esta fecha tan anhelada. Hoy termina un ciclo en sus vidas, se cierra un capítulo, pero al mismo tiempo comienza una nueva etapa, con nuevos sueños, nuevos retos, nuevas metas.

Al evocar este momento, recuerdo los sentimientos contradictorios; el orgullo y la felicidad por culminar esta etapa, y la tristeza de no volver a un colegio donde se formó nuestro carácter, donde nos dieron la base para continuar el nuevo ciclo, y donde construimos vínculos afectivos muy fuertes, especialmente con nuestros compañeros de infancia y de adolescencia. Es tiempo de despedida de personas y lugares que ya no frecuentarán y de emoción por una nueva aventura.

En mi caso, llevo ya 41 años de graduada, y cuando mi promoción se reúne, nos acordamos y nos reímos de las buenas y malas anécdotas, de los momentos felices, de los difíciles, de la lucha diaria, de las travesuras realizadas, del diario vivir de esa etapa que nos marcó y que no olvidamos. Uno de mis compañeros de promoción siempre dice: “estos encuentros son vitaminas de vida; vitaminas para el alma, siempre salgo recargado de energía “. Y en efecto, los amigos del colegio, son esas amistades que a pesar del tiempo y la distancia, siempre siguen existiendo; y aún, si ha pasado mucho tiempo sin verse, se necesita poco tiempo para volver a reconectarse. Es volver a sentir la esencia del Colegio, de un lugar donde nos formamos como seres humanos integrales, sensibles, donde además de conocimientos nos inculcaron el amor al arte, a la música, al teatro, a los deportes, a la vida.

Somos un híbrido bicultural; Colombia y Suiza se encuentran dentro de nosotros; vivimos entre la alegría desbordante y lo disciplinado, entre la informalidad y el reloj suizo, entre el francés o alemán y el español, entre las frutas y verduras frescas, el plátano, la yuca, la panela y los quesos, los chocolates, las salchichas. Tenemos nuestra propia impronta.

Es por esto estimados bachilleres, que les doy la bienvenida a Asohelvetia, nuestra asociación, que está en proceso de fortalecimiento. Hoy, con su diploma, recibirán el carnet que los acredita como miembros. Los invito a que participen en las actividades, que nos envíen sus ideas, sus expectativas, sus intereses. Los exalumnos somos la memoria de las 63 promociones que han pasado a lo largo de estos 70 años de existencia del colegio. Aquí está el coro de exalumnos, reorganizado recientemente, debutando en esta ceremonia, y recuperando el Himno del Colegio, que vivía en la memoria de las promociones de décadas pasadas. Bienvenidas nuevas voces y nuevos repertorios. De igual forma los convoco desde ya a celebrar los 70 años del colegio, y reconocer nuestra historia a través de la exposición de recuerdos y reencuentros que se realizarán a partir de Agosto.
La Asociación es de todos y para todos. Siempre habrá un hilo invisible que nos une, que se estira, pero que no se rompe; al fin y al cabo en el colegio fuimos y seguimos siendo una unidad, y llevamos el apellido “Helvetia”.

Promoción 2019, felicitaciones por su grado. Que la página en blanco que tienen en frente la llenen de sueños cumplidos, de lo que les apasiona; que el nuevo camino esté lleno de satisfacciones y especialmente de mucha felicidad. De nuevo, bienvenidos a Asohelvetia, contamos con ustedes.

 

Muchas gracias
Patricia Villamarín, Promoción 1978

Bienvenida a la Promoción 2015 a AsoHelvetia

Buenas noches a todas y todos

Estas palabras en esta ceremonia de graduación, buscan principalmente felicitar a las nuevas y los nuevos bachilleres, y darles nuestra cordial bienvenida a la Asociación de Exalumnos del Colegio Helvetia.

Asohelvetia, busca promover la integración entre las exalumnas y los exalumnos del colegio y propiciar una red de oportunidades; así como, generar solidaridad hacia otros grupos o comunidades; pero sobretodo, creemos que lo esencial es fortalecer los lazos entre la comunidad helvetiana. Por esto mantenemos una cercana actividad con el colegio, del que recibimos importante apoyo, participamos en el consejo directivo, y cooperamos con la Fundación Suizo-Colombiana, la Asociación de Padres, y la comunidad suiza en Bogotá.
Nuestra Asociación es un grupo diverso en edades, cuenta con 60 promociones desde 1956 hasta 2015. Nos une el orgullo que sentimos al decir: “soy exalumna o exalumno del Helvetia”. Del Colegio recibimos una extraordinaria riqueza multicultural que nos permite tener horizontes más amplios; además, un excelente nivel académico, y lo más importante la esencia de una formación que nos da herramientas para la vida.

La clave para fortalecernos como grupo, es la comunicación y la integración; por lo tanto, estamos trabajando en la base de datos de exalumnas y exalumnos a través de los embajadores de cada promoción, que nos ayudan a reforzar el vínculo con sus respectivos grupos. Contamos con una estrategia web – página, blog y facebook-.

El 6 de junio pasado, realizamos un Reencuentro, Retrouvailles, Heimkehr en el cual nos divertimos y estamos preparando el del año que viene. El próximo 29 de agosto, esperamos nos acompañen en el tradicional Día de las Cometas que organiza la Asociación.

Finalmente, queremos invitar a las nuevas y nuevos exalumnos a unirse activamente a la asociación y a los papás y mamás que son egresados del colegio, a que se nos unan si aún no lo han hecho. GRACIAS.

Gerhard Steffen visita el colegio

El rector Stascha Bader tuvo el honor y el placer de conocer el exalumno Gerhard Steffen y saber un poco de su historia.

1928 Su padre Hans Steffen vino para trabajar con la empresa Röthlisberger
1941 Su padre se caso con una suiza y Gerhard nació.
1949 Hans fundo el Colegio Helvetia con otros suizos, por que a los suizos no les gustaba el colegio alemán que era muy nacionalsocialista. En el colegio estaban suizos, alemanes antifascistas, judíos y colombianos y colombianas
1949-1955 Gerhard fue alumno del Colegio Suizo.

Bienvenida a la Promoción 2014 a ASOHELVETIA

Ser Helvetiano no es simplemente un hecho…

Es tener una visión del mundo particular, es asumir una posición ante la realidad, es construir una visión crítica ante el día a día, que se convierte en nuestra mayor herramienta para construir nuestro entorno…
Así, partiendo de una estructura de pensamiento común que nos permite profundizar y ser trascendentes en nuestra vida y en el mundo que nos rodea, también desarrollamos una mente abierta y multicultural que nos permite valorar, vincularnos y recrear las más diversas experiencias, motivaciones, producciones y realidades como opciones de vida no solo viables, sino válidas y fundamentales para una existencia cambiante basada en su mayor riqueza: la diversidad…
Así, construimos una identidad;
Identidad en nuestra diferencia y amplitud, una forma de ser y asumir el mundo desde diversas posturas críticas trascendentes y analíticas en su mayor diversidad y expresión.Por eso, estamos hoy aquí dándole la bienvenida a la Promoción 2014 a ASOHELVETIA y deseándoles la mejor de las suertes en el futuro que hoy empiezan a construir…
Estamos seguros que con las herramientas que hoy abren ésta puerta, el empeño, compromiso y creatividad de cada uno, llegarán a donde se lo propongan.
Queremos dar las gracias a personas que se han convertido en figuras y piedras angulares sobre las que varias generaciones de Helvetianos hemos cimentado nuestro desarrollo y evolución:

• Jacques Repond: Gracias por enseñarnos el sentido del análisis, la profundidad, el compromiso y el respeto que cimenta nuestro potencial y la posibilidad de trascender día a día como personas capaces de asumir y enfrentarnos al futuro con asertividad.
• Hanz: Gracias por enseñarnos que tres o diez vueltas no son solo un gran ejercicio sino que en la vida hay que medírsele a todos los retos con empeño, cumplimiento y tenacidad.
• Max: Gracias por trascender el Sentido Helvetiano a las dos secciones A y B y con una alegría vinculante transmitirnos la cultura Suiza y la identidad de un colegio.
• Isabel: Gracias por construir razones de ser, rutinas y estructuras mentales que permiten a muchos Helvetianos tener las bases para ser lo que son hoy en día.
Gracias a los cuatro por haber hecho de sus vidas parte esencial de la vida del colegio, por el legado y las muchas enseñanzas que nos han dado. Les deseamos lo mejor, saben que ésta es su casa y su familia.

Queremos también agradecer a Pascal, por su compromiso, empeño y capacidad de ejecución durante estos siete años en los que lideró el colegio; le deseamos la mejor de las suertes en sus nuevos proyectos de vida y profesionales.
En fin, gracias al Helvetia por ser el Helvetia, a los Helvetianos nuevos y de todos los tiempos… Ustedes son parte de nuestro equipo y tienen las puertas abiertas en ASOHELVETIA, para seguir construyendo, renovando y revalidando, día a día, nuestro sentido de identidad, como una gran red de mestizaje que nos soporta y abren nuevas posibilidades cada día.

Summa Cum Laude’ de la Universidad de los Andes.

Estas distinciones se otorgan a estudiantes que por sus calidades académicas y humanas, por su talento y perseverancia, y por el alcance y el impacto de sus proyectos en la sociedad, han sido destacados entre los mejores. Gregorio Maya Parra, Juan Mateo Monenegro Zarama (2013- 2) y Federico Parra Barrios (2013-1)

 

Gregorio Maya Parra

Bachiller del Colegio Helvetia, obtuvo el grado de Arquitecto, con la distinción ‘Summa Cum Laude’ de la Universidad de los Andes.
Para él la Universidad fue el umbral que le permitió conocer tanto el mundo arquitectónico como el de la academia: “me permitió reconocerme dentro de un área del conocimiento e identificarme con preocupaciones ancestrales acerca del espacio y de las ciudades. Antes ni siquiera las consideraba”.
A corto plazo piensa trabajar directamente con comunidades en municipios aislados de Colombia, aprender de la gente y ver el impacto social de la arquitectura. A mediano plazo espera poder vincularse con la universidad y con algún tipo de circulo de conocimiento. Finalmente, aunque asegura que no le gusta mucho planear cosas a largo plazo, “sí tengo claro que volveré a hacer más estudios y ojalá llegue al Doctorado, pues adoro la investigación”

 

Juan Mateo Montenegro Zarama

Egresado del colegio Helvetia de Bogotá, obtuvo sus grados de economía y filosofía, con la distinción ‘Summa Cum Laude’ de la Universidad de los Andes. Así mismo, fue merecedor tres veces la Beca Ramón de Zubiría.

En sus palabras: “la Universidad me permitió llevar a cabo una formación interdisciplinaria que, creo, es la base de cualquier buena educación. Esto es importante, primero, porque los intereses y proyectos de vida de los estudiantes por lo general no pueden enmarcarse dentro del currículo de una única Facultad o área de estudio. La motivación de los estudiantes con respecto a su proyecto de vida depende de que la Universidad les permita dirigir y ampliar sus intereses a los campos de estudio que crean más atractivos. En segundo lugar, la formación interdisciplinaria es determinante para generar una autocrítica saludable de los estudiantes con respecto a sus propias áreas de disciplina”.
Actualmente, trabaja como asistente de investigación del profesor James Robinson, de la Universidad de Harvard, temas de la economía política colombiana. Cree que una vez se gradúe de un doctorado seguirá vinculado a temas de investigación en economía política: “creo que la investigación en economía tiene el privilegio actual, entre todas las ciencias sociales, de ser tomada en cuenta en las decisiones acerca de la política pública para impactar la realidad de los personas y de los países, para bien o para mal. No estoy seguro si este actual estado de las cosas sea el mejor, pero lo que sí es claro es que es un privilegio que no hay que desaprovechar”.

 

Federico Parra Barrios

Estudió en el Colegio Helvetia de Bogotá. Concluyó su carrera de diseño, con la distinción ‘Summa Cum Laude’ de la Universidad de los Andes.
Inició junto a una compañera su propia empresa de diseño gráfico llamada Monograma que, según Federico, ha comenzado a dar sus primeros frutos. “A corto plazo deseo sacar adelante mi empresa”, afirma.
Federico asegura que no hay motivación más grande para ser un gran profesional que la pasión y la convicción en las propias capacidades, pues no creer en uno mismo es exponerse al aburrimiento por el resto de la vida.

Elegida mujer del año 2013, en London, Canadá

La imagen es de los bachilleres, durante su periodo 1963,de alfabetizacion en el Colegio Moderno. Este año, 2013, hace 50 años, un día después del asesinato del presidente John F. Kennedy. Joyce Bruhn Molyneux se graduó como bachiller en el Colegio Helvetia. El periódico LATINO la nominó en la categoría “MUJER DEL AÑO” y el pasado jueves 4 de abril en la quinta entrega de premios al liderazgo latino fue elegida mujer del año en London, Canadá. A continuación puede leer el artículo publicado en el MagazinLatino con una corta biografía. Nací en Bogotá, Colombia y curse la Licenciatura en Filosofía en la Universidad Nacional. En 1962, poco antes de la muerte de mi madre, conocí a mi esposo, Holman Garavito. El emigró, primero a EEUU y luego al Canadá, pero volvió a Colombia para la boda en diciembre de 1967.

Me quedé un año más en Colombia para terminar la carrera y por cuestiones de la visa. Llegué a Montreal en pleno invierno, no habiendo conocido nunca la nieve. Creo que de ahí me nació el respeto y la admiración por la gente que emigra, dejando atrás familia, amigos, cultura y geografía. Cuando viajaba a Vermont y veía montañas me echaba a llorar. En Montreal nacieron mis cinco hijos, y allá terminé, tomando cursos de noche, generalmente. Una maestría en Lingüística Aplicada. Había leído en Colombia un libro sobre lo que es el milagro del lenguaje y, desde entonces, supe que quería dedicarme a estudiar las raíces de esta capacidad humana sin igual. Al mismo tiempo que estudiaba en Concordia empecé a dar clases de español en la misma universidad.

En 1988 decidí que quería seguir mi carrera e ingresé al Departamento de Lingüística de la Universidad McGill a cursar el doctorado, que terminé en 1999. Entre cuidar de mis hijos, enseñar tanto en Concordia como en McGill, y estudiar, me demoré muchísimo en terminar. Pensé que ya no conseguiría trabajo permanente, pero me encantaba enseñar español, así que no me preocupé mucho. Pero mi supervisora de tesis insistió que buscara un puesto con permanencia, y solicité en dos universidades: La Universidad de Illinois en Urbana-Champaign, y la Western en London. Cuál no sería mi sorpresa cuando me ofrecieron ambos puestos. Estoy muy contenta de haber escogido London. Llegué a London como Assistant Professor en 1999. Afortunadamente desde el comienzo me sentí en casa y pude obtener permanencia (tenure) en el 2004 y luego avanzar a ‘full professor’ en el 2009. En 2007 me otorgaron el premio Graham and Gail Wright Distinguished Scholar, y en 2010 el premio Edward G. Pleva Award que se otorga por excelencia en la enseñanza.

Al llegar, mi trabajo consistía principalmente en coordinar los cursos de español, pero logré establecer una licenciatura en lingüística hispánica, y luego añadimos una maestría y un doctorado. Los Estudios Hispánicos en Western han crecido enormemente, y para mí es un gran placer poder apoyar a los estudiantes, sobre todo a los estudiantes hispánicos que vienen de todas partes de España e Hispanoamérica a cursar estudios de posgrado. Fui directora de los Estudios Hispánicos Graduados durante tres años, y desde 2011 soy directora del Departamento de Lenguas Modernas. Nuestras relaciones con la comunidad siempre han sido importantes, entre otras cosas ofrecemos la Tertulia que es un grupo de conversación abierto a todos. También organizamos la tradicional celebración mexicana del Día de los Muertos en noviembre, ofrecemos películas en español cada dos semanas y celebramos la Noche Herética, noche de música, baile, y comedia organizada por los estudiantes. En los últimos tres años nuestros cursos de español integran lo que se llama ‘Community Service Learning’, programa en el cual prestan servicios a la comunidad hispana, por ejemplo a través de intercambios lingüísticos con hispanos que quieran practicar su inglés. Soy muy afortunada en el apoyo que he recibido de parte de mi familia, colegas y amigos.